Mente y Cuerpo
Esta es una reflexión sobre las diversas influencias que la Psicología ha recibido desde la historia de las ideas filosóficas y cómo éstas repercuten eventualmente en la consideración de conceptos torales de la disciplina.
Fundamentalmente, y tratando de evitar esquematizaciones que no son recomendables en estos casos, el interés se centra en los conceptos de la mente y el cuerpo y la especulación acerca de si esto se trata de una problemática heredada o adquiere otro carácter en el tiempo y bajo los lineamientos de la Psicología comprendida como una ciencia, “interesada en recoger, en cuanto sea posible, su pasado conceptual, teórico y metodológico.” (Sáiz, 2008: 129)
El principio de organización del conocimiento de este ensayo, es decir, su sustento metodológico, se llevará a cabo con base en la organización de las ideas que, como afirman Koontz y Weirich (1998), ha de cumplir con características que permitan identificar y clasificar cada uno de sus fragmentos, como un principio ineludible. Además, la jerarquía debe ser clara para llegar a una estructura congruente. La organización de las ideas es uno de los nichos más importantes de la teoría de las mentalidades en historia, en virtud de que se instrumenta como un todo integrado por elementos bien delimitados sin que ello se deba confundir con los sustentos del estructuralismo.
Los primeros vestigios de conceptos que inciden en el tiempo, en la disciplina eventualmente reconocida como Psicología, se encuentran en el Período Cosmológico Presocrático (600-450 a.C.) con tres grandes líneas teóricas: Animismo, representado por Anaximandro (quien habló y propuso el apeirón, materia infinita que engendra la physis o naturaleza en la cual se incluye la materialidad humana), Anaxágoras (primero en postular el nous como la definición de la mente) y Demócrito (quien explicó la materialización del cuerpo a través del átomo). El Fisiologismo cuyos representantes como Alcmeón, se basaron en la investigación del cuerpo humano para explicar fenómenos como la percepción.
En el Elementalismo, están los filósofos para quienes había un componente que determinaba el arjé o principio rector, así se pronunciaron Tales de Mileto (monista: agua es origen de todo), Anaxímenes (aire como pneuma o causa de vida), Heráclito (con sus ideas sobre el devenir y el movimiento permanente de la physis a partir del fuego contrarias al estatismo sustentado por Parménides), o Empédocles –quien consideraba los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra-. Por otra dirección estaba el Nihilismo representado por sofistas, dionisíacos, órficos y hedonistas quienes buscaban el placer del cuerpo durante el cual la mente se perdía por el éxtasis de la libación.
Lo anterior está basado en las “principales categorías u orientaciones de las primeras explicaciones griegas acerca de las actividades humanas […] naturalista, biológica, matemática, ecléctica y humanista.” (Brennan, 1999: 19) y de las premisas del dualismo (mente-cuerpo) y el monismo (materia=cuerpo). (Villareal y Avendaño, 2012: 14)
Es en el Período Antropológico o griego clásico (450-300 a.C.) que se construye el Racionalismo identificado con Sócrates (quien concebía la esencia del objeto y su acercamiento por medio de la mente), Platón (una mente basada en ideas) y Aristóteles (mente basada en la experiencia); el Empirismo vinculado con Protágoras y Gorgias; y el Asociacionismo cientificista, con Pitágoras, Hipócrates y Galeno a la cabeza, defensores del dualismo. (Hergenhahn, 2011: 31-69). En la Edad Media (400 a.C.-1450 d.C.), se desgajan de las ideas precedentes, el Voluntarismo, desde Agustín de Hipona, Averroes y Diógenes; el Racionalismo de Tomás de Aquino, Abelardo y Avicena y, por el contrario, Empirismo de Guillermo de Ockham.
Posteriormente, el Renacimiento (1450-1808 d.C.) diversifica las teorías. Por un lado permanecen el Racionalismo de Montaigne y Descartes (con su dualismo entre res cogitans=mente, y res extensa=cuerpo de gran influencia en los siguientes siglos) (Leahey, 2013:128); y el Empirismo de Bacon, Locke, Malebranche (afirmando que ente y cuerpo coexisten pero no interactúan) y Hume (basando el solipsismo en analogías del cuerpo); ambas corrientes derivan en el Idealismo de Kant y Leibniz (identificando la mente con las mónadas, unidades resultantes de las cadenas perceptuales armónicas); el Positivismo de Hobbes (quien aceptó la mente como algo material que se reduce a procesos dinámicos) y Kepler; el Humanismo de Nicolás de Cusa y Petrarca y la Dialéctica de Hegel.
Tradicionalmente, el estudio de la relación entre la mente y el cuerpo ha sido delegado casi exclusivamente a campos de estudio como la filosofía y la teología (campos que, dicho sea de paso, se han preocupado de perpetuar la división entre mente/alma y cuerpo). Sin embargo, eso hoy en día ya no es suficiente. (Núñez, 2014: 462)
Es en la Ciencia Moderna (1808-1900 d.C.) que surgen teóricos como Herbart, Fechner, Helmholtz, Ribot, Janet o Charcoat. Todos ellos contribuyen a sentar las bases de la Historia de la Psicología desde 1840 hasta nuestros días, como una amalgama de los antecedentes filosóficos y científicos dando lugar a importantes escuelas como el Racionalismo del cual emanan teorías como Estructuralismo, Humanismo, Gestalt, Voluntarismo, Psicología Cognitiva (con Wundt, James y Brentano ubicando a la mente en procesos superiores) (Álvarez, 2012:5), Holismo y Constructivismo. Asimismo el Positivismo (con representantes como Stuart Mill para quien la mente es un todo o Huxley, evolucionista que sustentó que somos autómatas conscientes, en otra forma de plantear el dualismo mente-cuerpo), generó teorías como Empirismo, Funcionalismo, Asociacionsmo (donde Watson presenta las pasiones y la inteligencia como facultades del alma y Skinner asevera que la mente no existe y no tiene sentido más que describir las conductas) (Campbell, 1987:12) o Psicoanálisis (con Freud ubicando las facultades del alma en el inconsciente y Adler quien establece la percepción a partir de la mente consciente). Por otra parte, es importante mencionar que, según Núñez (2014), “los estudios que demuestran la integralidad mente-cuerpo se han multiplicado en las últimas dos décadas.” (p, 464)
[En consecuencia] la búsqueda de una explicación racional en torno al problema mente-cuerpo se ha dirigido a dilucidar si la mente es de naturaleza material o inmaterial y, desde luego, si tiene o no una relación con el cuerpo, y de haberla, determinar cuál es la naturaleza de esta relación. (Ocampo, 2014: 195)
Así que, habrá que abrir nuevas vetas de investigación con los riesgos de este legado complejo sobre la unidad o escisión de mente y cuerpo. Este espacio no posibilita mayor profundidad al respecto.
Si bien es cierto que hay autores que manifiestan su convicción de que el estudio de la relación mente y cuerpo no puede llegar a considerarse un fenómeno científico porque no predice la conducta, no obstante, los logros del asociacionismo y como uno de los problemas heredados de la especulación filosófica, considero que es factible explicar el comportamiento humano con base en ambos factores.
Ahora bien, los avances en las investigaciones día con día abren nichos al conocimiento de nuevos elementos por los cuales, como afirmó Asimow “el hombre no precisa renunciar a la comprensión de sí mismo” (Asimow, 1973: 771). Coincido con este autor y entiendo que hay un largo camino por recorrer.
En una reflexión personal sobre esta temática, si yo hiciera un postulado, optaría por el reconocimiento dualista tanto del cuerpo como de la mente concibiéndolos como una totalidad en la que ambos elementos se retroalimentan simultánea y permanentemente, hay experiencias que evidencian el dominio de la mente sobre estados fisiológicos, integrados en la somatización, de la misma forma que las condiciones del cuerpo impactan las reacciones de la mente.
Ante todo, concuerdo con los investigadores que afirman que nos hemos visto afectados durante siglos por las nociones, los juicios y las consideraciones tanto de filósofos como teólogos, cuyos criterios son valorados en la actualidad por algunas corrientes que mantienen su vigencia y legitimidad.
Referencias
- Álvarez Díaz de León y otros. (2012). Historia de la psicología. 2ª edición. México: Facultad de Psicología, UNAM.
- Asimow, I. (1973) Introducción a la ciencia II. Barcelona: Orbis
- Campbell K. (1987) Cuerpo y mente. México: UNAM.
- Hergenhahn, B.R. (2011). Introducción a la Historia de la Psicología. 6ª edición. México: CENGAGE Learning.
- Koontz, Harold y Heinz Weirich (1998). Administración. Una perspectiva Global. 11a edición. México: Editorial McGraw-Hill.
- Leahey, Thomas H. (2013). Historia de la Psicología.7ª edición. Madrid: Pearson Educación.
- Núñez, Rafael (2014) Mente y cuerpo: una vieja falacia. Gaceta de Psiquiatría Universitaria. Año 4, Volumen 4, número 4. Santiago de Chie: Facultad de Medicina. Universidad de Chile, pp. 462-466.
- Ocampo Martínez, Joaquín (2014) Consciencia, mente y cuerpo: tres conceptos de actualidad. Historia y Filosofía de la Medicina. Volumen 51, número 4. Oct-Dic. México: Medigraphic / Asociación Médica ABC, pp. 193-199.
- Sáiz, Milagros y Dolores Sáiz (2008) La historia de la Psicología como herramienta de uso para la reconstrucción de un campo de investigación. Un ejemplo en psicología de la memoria. Revista de Historia de la Psicología. Volumen 29, número 1. España: Universidad Autónoma de Barcelona, pp. 127-147.
- Villareal C. Marcelo y Aurora Avendaño (2012). Historia de la Psicología. México: Red Tercer Milenio.